21 Octubre 2010
Cuando la indígena escapó, ya había cumplido un mes dos días secuestrada en el residencial de la zona de Campestre. La fuga fue por la ventana, cuando ella se aventó a la calle.
Un día después de la fuga, la joven traficada desde una sierra del País a León, está en un pequeño cuarto amarillo, con una cama e iluminado por una luz que pone al descubierto los moretones marcados en tonos verdes, negros y rojizos en pies, pantorrillas, brazos y rostro. Son los sellos de la violencia a la que fue sometida por venir a la ciudad a trabajar de doméstica.
La primera noche fue de insomnio. Se sintió liberada de la patrona que pega, patea, manosea, amenaza y estrella platos de comida a las “indias” que no saben hacer quehacer, pero también temerosa de las consecuencias que tendría su fuga.
“Tengo mucho miedo, tanto miedo de que le haga algo a mí”, dice mientras se chupa los labios y se frota las manos.
El 16 de septiembre llegó a la ciudad. La contrataron en su comunidad como empleada doméstica por mil 200 pesos semanales, hecho cotidiano en la sierra a donde llegan cada ocho días personas en busca de muchachas que quieran ir a trabajar a la ciudad, el trato se hace entre papás y futuros patrones.
Tras 12 horas de viaje, todo pagado, quien sería su patrona la recogió a las 10 de la mañana en la Central de Autobuses.
“Ya quería venir, me sentía contenta porque nunca había yo salido de mi pueblo a trabajar como las otras muchachas que también se van, le dije mamá regresaba en un año”.
A su llegada, la patrona le asignó un cuarto, le enseñó a hacer limpieza, alimentar a la mascota, cuidar el jardín, en la primer semana también hubo paseos a bordo de la camioneta pero tenía prohibido bajarse. Al final de la semana los mil 200 pesos ganados, administrados por la patrona, se gastaron dos suéteres.
Desde entonces no hubo pago. La dueña de la casa no le encontró sentido a pagarle a una “india” que ni siquiera salía del residencial, porque siempre quedaba bajo llave. Por eso le advirtió que ella le iba a guardar el dinero.
“Ponte abusada estúpida, eso se limpia, este animal no come como los indios de tu pueblo”, dijo la patrona al mismo tiempo que jaló el cabello de la joven, le dio una patada y la arrastró por el suelo para que levantara las croquetas de la mascota.
Nada cambió los siguientes días, las huellas de tortura se acentuaron. La patrona le prohibió hablar a su pueblo, salvo que omitiera su dialecto y hablara español para que ella también escuchara.
Una noche la patrona llegó borracha y exigiendo compañía, mandó llamar a la joven y la obligó a beber cuatro copas de vino. Cuando apenas bebía la segunda, le preguntó sí estaba embarazada, la muchacha respondió con un no.
“No estoy embarazada, si quiere mañana me hace estudios, ya váyase a dormir señora, tú tas borracha”, respondió al pasar el tercer trago que la obligó a beber.
La jefa la acostó, metió su mano en una bolsa, le bajó el pantalón y la tocó en sus partes íntimas, enseguida la joven la empujó, no recuerda bien lo que pasó después.
A las semanas siguientes, otras empleadas la saludaron mientras regaba el jardín, responder el saludo le costó que la patrona le estrellara un plato de comida caliente en la cabeza, desesperada y temerosa, la joven se hincó ante la mujer para suplicarle que ya no la golpeara.
“Yo no sé qué hice, allá en el pueblo siempre es así, las muchachas se van a la ciudad con sus patronas, regresan a meses, al año”.
Hace dos días también hubo golpes, esta vez porque olvidó limpiar el baño.
“¡No me pega, señora, no me pega ya!”, gritó cuando le estrelló la cara en la pared.
Esta semana al fin escapó.
Aseguran más casos
Giovanna Batagglia, representante del Consejo Indígena en León, dijo que están seguros de que hay más indígenas en la misma situación y urgió a las autoridades a abrir una investigación.
“Nosotros estamos seguros que en León hay otras mujeres indígenas que están en la misma situación porque ella refiere que es común que en la comunidad pase una bocina pidiendo mujeres que quieran ir a la ciudad a trabajar, a prepararse y pues son tratadas como esclavas”, agregó.
Será en los próximos días cuando se defina la situación de la joven indígena migrante mientras tanto, la representante del Consejo Indígena lanzó una pregunta a la sociedad: ¿Nos vamos a quedar mirando?…
En cambio, para la Procuraduría de Derechos Humanos en Guanajuato, el caso de la joven indígena que fue traficada y secuestrada en León es un hecho aislado, tan aislado que la prioridad es sólo devolverla a su pueblo a la brevedad.
El intento de la Procuraduría por “invisibilizar” el caso, fue frustrado por el Centro de Derechos Indígenas en León, quien apoyó la decisión de la joven para quedarse en la ciudad hasta que las autoridades hagan justicia a su situación migratoria y la violencia a la que fue sometida.
Luis Cristian Ortiz Andrade, coordinador del área de asesorías en la Procuraduría y el primero en asistir a la indígena, negó que existieran casos similares en la ciudad, pues hasta ahora no cuentan con antecedentes para investigar.
El lunes, el funcionario fue alertado por un grupo de personas solicitando ayuda para una joven indígena con lesiones, que había escapado del domicilio a donde fue llevaba con todos los gastos pagados y en donde se desempeñaba como doméstica un mes atrás.
“Tiene lesiones fuertes en el cuerpo, es una cuestión de una oferta de trabajo, ella considera que es una buena oferta, los golpes son hasta porque se le cayera un vaso de agua, es el primer caso que tenemos”, explicó.
Fue la Procuraduría quien ofreció albergue, atención médica, orientación legal.
Evlyn Cervantes / Periódico a.m.
http://www.am.com.mx/Nota.aspx?ID=433680