Viven niños de limosna
18 Octubre 2010
Con la mano estirada y su hermanito de seis meses en brazos, María Inés González de siete años pide limosna a cuanto transeúnte pasa frente a ella. Mete las monedas en un vaso y las lleva a su mamá que espera del otro de la Plaza Principal.
Maritza González, madre de María Inés, hizo de la mendicidad su única manera de sobrevivir confiada en que a sus hijos les va mejor que ella porque si tienen suerte, hasta comida aseguran durante el día.
En la comunidad de Agua Salada, perteneciente al municipio de San Miguel Allende, las mujeres acostumbran a desplazarse a León o a la capital del estado por periodos de tres a cinco meses; viajan en grupo y todas deben acompañarse al menos de dos hijos para que la tarifa convenga.
Una vez que llegan a León, Maritza relata que el grupo de mujeres se hace vivir en plazas públicas, callejones o en el circuito de la Central Camionera.
“Esta niña está chiquilla, allá no tengo con quién dejarlos y si no los traigo no me traen porque casi a ellos es a los que en veces les dan más dinero, algunas buenas gentes les dan de comer y de allí también comemos nosotros” comentó.
La pequeña María Inés, sentada en cuclillas con su hermanito en brazos y Cristina, su hermanita de 2 años por un lado, es parte del paisaje urbano que se aprecia en plena Zona Peatonal, a la vista de muchos que conmovidos, avientan una moneda al vaso de plástico.
Igual que la menor de siete años, se estima que en la ciudad existen por lo menos otros 165 menores de entre 0 y 17 años que buscan en la vía pública el sustento para sus familias de acuerdo con el último diagnóstico de menores en situación de calle realizado por la Dirección de Orientación Familiar y Atención a la Infancia de DIF municipal.
Desde hace dos años, Bryan Alejandro González Pedrosa de 13 años se emplea en el Descargue Estrella, limpia verdura, acarrea mercancía, descarga camiones y hace cuentas a pesar de que abandonó la escuela cuanto apenas cursaba tercero de primaria, todo por cien pesos diarios.
“Se me hizo media difícil la escuela, pero mi mamá me dijo que tampoco me quería en la casa de flojo, aquí se gana bien pero también se cansa mucho, sí trabajo, les ayudo para los gastos de la casa porque mi papá ahorita no está con nosotros”, agregó.
Cambian aulas por la calle
Ángel Guerrero Jaime, director de Orientación Familiar y Atención a la Infancia señaló que los menores que enfrentan situación de calle con frecuencia se identifican realizando actividades de subempleo asociadas con el abandono de estudios en edades tempranas.
De los 166 menores que fueron identificados, 111 son niños y 55 niñas, predominando con 74% la presencia de menores entre 6 y 11 años.
Para Guerrero Jaime, la presencia del fenómeno de niños en situación de calle trasciende sobre todo ahora que la ciudad enfrenta el impacto del pandillerismo y es que de acuerdo al diagnóstico, el 80% de los menores manifiestan alteraciones sociales como promiscuidad sexual, embarazos adolescentes y asociación con grupos que aprenden lo que la calle les enseña.
“La atención debe ser integral porque la mayoría de los menores tienen el acompañamiento de sus padres, en ese sentido nos está cambiando la dinámica porque también podemos mencionar los cruceros que allí no son tan menores sino gente ya de adolescentes que desarrollan otro tipo de prácticas”.
Cruceros como el de bulevar López Mateos y Francisco Villa, Campestre y las Torres, además de San Pedro y Torres Landa fueron identificados como los principales puntos en la ciudad que albergan menores en situación de calle.
Además, se han identificado niños que piden dinero en paraderos, mercados y en las inmediaciones de centros nocturnos.
¿Le doy o no dinero?
En promedio, los menores pasan 4 horas continuas en la calle porque durante este lapso de tiempo pueden asegurar lo justo para la compra de alimentos. Sin embargo el director de Orientación Familiar y Atención a la Infancia en León destaca el riesgo de otorgar una moneda a los menores.
“Se vuelve un ciclo del que todos sacan provecho, ellos están en la calle porque siempre encuentran alguien que les regale una moneda, que les den comida y aquí lo más importante es detectar y reportar para que a su vez sean canalizados”, refirió Ángel Guerrero Jaime.
Por su parte Ana Luisa Meza, psicóloga infantil por la Universidad de Guanajuato, advierte que cada vez que se regala una moneda a un menor éste se vuelve prisionero de la calle.
“Ellos lo que buscan es precisamente una forma sencilla y fácil de subsistencia que les imponen sus padres porque la mayoría está acompañados, no se pude desaparecer la mendicidad de las calles mientras se contribuya con ella, lamentablemente son niños que no desarrollan otras formas de subsistencias”.
Además de la mendicidad, los infantes que se encuentran en situación de calle recurren principalmente a actividades como la venta artículos, limpiaparabrisas y algunos oficios que encuentran en mercados.
Crecen indígenas en la calle
A sus quince años, Juanita Cipriano quien se identifica como miembro de la cultura otomí, cita la calle como el espacio que le da de comer a ella y a sus cuatro hermanos con los que todos los días sale a ofrecer semillas y bisutería.
“Pos es que de aquí comemos y casi no tenemos el dinero para que ellos se vayan a la escuela, yo tampoco aprendí a leer y a escribir”, agrega mientras sostiene la canasta de semillas.
Dentro del diagnóstico de menores en la calle pudieron identificarse 30 infantes pertenecientes a grupos indígenas que radican en la ciudad.
Al respecto Giovanna Battaglia, directora del Centro indígena Loyola, detalló que hasta ahora se tienen identificados tres menores que de lunes a viernes reciben educación en la escuela de la comunidad indígena pero que los fines se semana son explotados laboralmente e incluso uno de ellos reporta consumo de sustancias tóxicas y se le reconoce como miembro activo en una pandilla de la ciudad.
“Son niños que no viven dentro de la comunidad pero acuden a la escuela, el niño tiene trece años, va en quinto de primaria, consume droga y ya pertenece a una pandilla porque presentan alta vulnerabilidad en las zonas donde viven, hay además mucha violencia alrededor de ellos”.
Además, la titular del Centro Indígena Loyola mostró su preocupación por una familia mixteca, mamá e hijo, que viven en una especie de esclavitud en gratitud con una familia que les otorga un cuarto para vivir a cambio de laborar sin derecho a percibir ningún salario.
Evlyn Cervantes / Milenio
http://www.am.com.mx/Nota.aspx?ID=433004
Con la mano estirada y su hermanito de seis meses en brazos, María Inés González de siete años pide limosna a cuanto transeúnte pasa frente a ella. Mete las monedas en un vaso y las lleva a su mamá que espera del otro de la Plaza Principal.
Maritza González, madre de María Inés, hizo de la mendicidad su única manera de sobrevivir confiada en que a sus hijos les va mejor que ella porque si tienen suerte, hasta comida aseguran durante el día.
En la comunidad de Agua Salada, perteneciente al municipio de San Miguel Allende, las mujeres acostumbran a desplazarse a León o a la capital del estado por periodos de tres a cinco meses; viajan en grupo y todas deben acompañarse al menos de dos hijos para que la tarifa convenga.
Una vez que llegan a León, Maritza relata que el grupo de mujeres se hace vivir en plazas públicas, callejones o en el circuito de la Central Camionera.
“Esta niña está chiquilla, allá no tengo con quién dejarlos y si no los traigo no me traen porque casi a ellos es a los que en veces les dan más dinero, algunas buenas gentes les dan de comer y de allí también comemos nosotros” comentó.
La pequeña María Inés, sentada en cuclillas con su hermanito en brazos y Cristina, su hermanita de 2 años por un lado, es parte del paisaje urbano que se aprecia en plena Zona Peatonal, a la vista de muchos que conmovidos, avientan una moneda al vaso de plástico.
Igual que la menor de siete años, se estima que en la ciudad existen por lo menos otros 165 menores de entre 0 y 17 años que buscan en la vía pública el sustento para sus familias de acuerdo con el último diagnóstico de menores en situación de calle realizado por la Dirección de Orientación Familiar y Atención a la Infancia de DIF municipal.
Desde hace dos años, Bryan Alejandro González Pedrosa de 13 años se emplea en el Descargue Estrella, limpia verdura, acarrea mercancía, descarga camiones y hace cuentas a pesar de que abandonó la escuela cuanto apenas cursaba tercero de primaria, todo por cien pesos diarios.
“Se me hizo media difícil la escuela, pero mi mamá me dijo que tampoco me quería en la casa de flojo, aquí se gana bien pero también se cansa mucho, sí trabajo, les ayudo para los gastos de la casa porque mi papá ahorita no está con nosotros”, agregó.
Cambian aulas por la calle
Ángel Guerrero Jaime, director de Orientación Familiar y Atención a la Infancia señaló que los menores que enfrentan situación de calle con frecuencia se identifican realizando actividades de subempleo asociadas con el abandono de estudios en edades tempranas.
De los 166 menores que fueron identificados, 111 son niños y 55 niñas, predominando con 74% la presencia de menores entre 6 y 11 años.
Para Guerrero Jaime, la presencia del fenómeno de niños en situación de calle trasciende sobre todo ahora que la ciudad enfrenta el impacto del pandillerismo y es que de acuerdo al diagnóstico, el 80% de los menores manifiestan alteraciones sociales como promiscuidad sexual, embarazos adolescentes y asociación con grupos que aprenden lo que la calle les enseña.
“La atención debe ser integral porque la mayoría de los menores tienen el acompañamiento de sus padres, en ese sentido nos está cambiando la dinámica porque también podemos mencionar los cruceros que allí no son tan menores sino gente ya de adolescentes que desarrollan otro tipo de prácticas”.
Cruceros como el de bulevar López Mateos y Francisco Villa, Campestre y las Torres, además de San Pedro y Torres Landa fueron identificados como los principales puntos en la ciudad que albergan menores en situación de calle.
Además, se han identificado niños que piden dinero en paraderos, mercados y en las inmediaciones de centros nocturnos.
¿Le doy o no dinero?
En promedio, los menores pasan 4 horas continuas en la calle porque durante este lapso de tiempo pueden asegurar lo justo para la compra de alimentos. Sin embargo el director de Orientación Familiar y Atención a la Infancia en León destaca el riesgo de otorgar una moneda a los menores.
“Se vuelve un ciclo del que todos sacan provecho, ellos están en la calle porque siempre encuentran alguien que les regale una moneda, que les den comida y aquí lo más importante es detectar y reportar para que a su vez sean canalizados”, refirió Ángel Guerrero Jaime.
Por su parte Ana Luisa Meza, psicóloga infantil por la Universidad de Guanajuato, advierte que cada vez que se regala una moneda a un menor éste se vuelve prisionero de la calle.
“Ellos lo que buscan es precisamente una forma sencilla y fácil de subsistencia que les imponen sus padres porque la mayoría está acompañados, no se pude desaparecer la mendicidad de las calles mientras se contribuya con ella, lamentablemente son niños que no desarrollan otras formas de subsistencias”.
Además de la mendicidad, los infantes que se encuentran en situación de calle recurren principalmente a actividades como la venta artículos, limpiaparabrisas y algunos oficios que encuentran en mercados.
Crecen indígenas en la calle
A sus quince años, Juanita Cipriano quien se identifica como miembro de la cultura otomí, cita la calle como el espacio que le da de comer a ella y a sus cuatro hermanos con los que todos los días sale a ofrecer semillas y bisutería.
“Pos es que de aquí comemos y casi no tenemos el dinero para que ellos se vayan a la escuela, yo tampoco aprendí a leer y a escribir”, agrega mientras sostiene la canasta de semillas.
Dentro del diagnóstico de menores en la calle pudieron identificarse 30 infantes pertenecientes a grupos indígenas que radican en la ciudad.
Al respecto Giovanna Battaglia, directora del Centro indígena Loyola, detalló que hasta ahora se tienen identificados tres menores que de lunes a viernes reciben educación en la escuela de la comunidad indígena pero que los fines se semana son explotados laboralmente e incluso uno de ellos reporta consumo de sustancias tóxicas y se le reconoce como miembro activo en una pandilla de la ciudad.
“Son niños que no viven dentro de la comunidad pero acuden a la escuela, el niño tiene trece años, va en quinto de primaria, consume droga y ya pertenece a una pandilla porque presentan alta vulnerabilidad en las zonas donde viven, hay además mucha violencia alrededor de ellos”.
Además, la titular del Centro Indígena Loyola mostró su preocupación por una familia mixteca, mamá e hijo, que viven en una especie de esclavitud en gratitud con una familia que les otorga un cuarto para vivir a cambio de laborar sin derecho a percibir ningún salario.
Evlyn Cervantes / Milenio
http://www.am.com.mx/Nota.aspx?ID=433004
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